10 de diciembre de 2012

No sabemos vendernos

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Da igual lo mucho que insistan nuestros dirigentes en que hay que cuidar y mimar lo que ellos han dado a llamar "la Marca España". España mola y el mundo tiene que saberlo sí o sí. Pero da igual lo mucho que lo intenten, insisto, o cómo lo intenten, porque al fin y al cabo, va a haber cosas que no cambiarán nunca. No sé si por desidia de esos mismos que pregonan "la Marca España" como si fuera la solución a todos nuestros problemas y perdón a todos nuestros pecados o, como yo me temo, por pura ignorancia de esas mismas gentes, pero hay cosas que no cambian. Porque en casa seremos lo más y mejor, y nos sorprenderemos de que el resto del mundo no se dé cuenta de ello, pero esto es así, entre otras cosas, porque no tenemos ni idea de cómo vendernos de cara al exterior, ni tan siquiera en lo más básico. Los españoles somos cojonudos, sí, pero por ejemplo, para Sudamérica no dejamos de ser "los conquistadores".

¿A qué viene todo esto? Pues por dos motivos principales. Por un lado, somos famosos en el mundo por haber "inventado" el Santo Oficio de la Inquisición


Y no deja de ser gracioso, ya que denota la ignorancia que hay al respecto. Pero también es preocupante, porque denota que los españoles tampoco sabemos cómo defendernos al respecto, ni tan siquiera desde las esferas que deben defendernos. Para empezar, la Inquisición, para abreviar, no se "inventó" en España, sino en Francia en 1184 para combatir a los Cátaros, y se siguió practicando a todo lo largo y ancho de Europa, con más o menos "efectividad", hasta entrado el siglo XX. Sí es cierto que en España tuvimos la figura de Fray Tomás de Torquemada, pero este santo varón no apareció en escena hasta 1483, trescientos años más tarde. También Portugal tuvo su propia Inquisición, e incluso los Estados Pontificios, amén del resto de países europeos, como digo, aunque fuera a escala algo menor. Es más, por muy sangrienta que sea la fama de la Inquisición Española, no lo es menos la de la Caza de Brujas que se dio en Estados Unidos en el siglo XVII, cuando aun no eran más que meras colonias británicas, y que también tuvieron una fuerte connotación inquisitorial... oh, pero claro, ellos sólo eran ingleses y extremadamente puritanos, pobrecicos míos. Ellos solo fueron víctimas de sus propios miedos y prejuicios, así como de su ignorancia y mojigatería, así que, ¿Para qué molestarles más con tonterías como la masacre y persecución de cientos de personas por falsas acusaciones o chismes sin fundamento, cuando no por puros celos y envidias? Además, fueron ingleses y ahora americanos, así que son los buenos de la película. Se vieron "obligados" a elegir un mal menor en defensa de sus santísimas libertades.

Porque, precisamente, de los EE.UU. es de donde viene el otro de los motivos, aunque sea de manera indirecta. Desde hace un tiempo, siempre que veo o leo a un sudamericano hablar de España, es en los mismos términos: Somos unos conquistadores, y no en el sentido positivo de la palabra, precisamente. Somos expoliadores, saqueadores y, ante todo, asesinos y aniquiladores. No dicen nada, precisamente, de la mezcla cultural que hubo entre la cultura hispánica y las demás culturas sudamericanas a lo largo de los años en que fueron colonias españolas. Ellos se quedan en que les robamos el oro y punto. En que acabamos con sus respectivas culturas. En que los exterminamos como pueblos. A ver, que tampoco voy a decir ahora que nuestro comportamiento en América del Sur fuera ejemplar, ni mucho menos, pero no fue un comportamiento diferente al que se dio en otras potencias de la época, como Portugal o la ya anteriormente mencionada Inglaterra. Es más, y hablando de Inglaterra, cuando sale el tema nadie se acuerda del verdadero exterminio indio que se dio en América del Norte, primero con las 13 colonias (inglesas), y después con los Estados Unidos. Y es curioso, cuanto menos, ya que en el sur, con el tiempo y las revoluciones, comenzaron a aparecer estados independientes donde antes sólo había colonias españolas, estando algunos de estos estados dirigidos actualmente por descendientes de indígenas, véase si no el caso de Evo Morales en Bolivia. Y dichos estados han ido medrando tras las respectivas independencias. Sin embargo, ha pasado el tiempo y no veo que en América del Norte haya pasado lo mismo. Es más, diría que ha pasado todo lo contrario, porque, que yo sepa, y tras el exterminio de la inmensa mayoría de naciones  indias norteamericanas, no ha nacido ningún estado independiente, ni existe un estado dentro de los EE.UU. que esté dirigido por un descendiente de cualquiera de esos pueblos. Y ojo, que tampoco hay que echarle toda la culpa a los ingleses de toda esa desaparición, ya que ellos sólo se limitaron a recoger el testigo de otros países como Francia u Holanda, que fueron los que empezaron en serio. 

Sólo diré dos cosas para terminar: Primero, ¿Os acordáis de la película "El Último Mohicano"? A los que la hayáis visto, ¿Os acordáis de qué iba la película y por qué era el último de los mohicanos? Y digo más, ¿Visteis por ahí, acaso, a algún español? Pues eso; Y segundo: El nombre original de Nueva York era Nueva Amsterdam, y aparte de que la leyenda cuenta que los holandeses les compraron Manhattan a los Lenape por 24 dólares, se puede ver que, en cuestión de pocos años, la población indígena de la zona descendió de 5.000 a 200 personas.

Pero luego los malos somos nosotros, claro. Si es que no sabemos vendernos...

7 de diciembre de 2012

Constitucioncita que vienes al mundo...

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Ayer fue el cumpleaños de nuestra sacrosanta (y actual) Constitución de 1978. Y mucho me temo que, pobrecica mía, tuvo un 34 aniversario de lo más amargo. Me la imagino sonriendo, falsamente, a toda la caterva de impresentables que fueron ayer a celebrar con ella su cumpleaños. Políticos actuales, pasados, futuros y futuribles. Gente, toda ella, sonriéndole falsamente y pormetiéndole todo tipo de parabienes y de grandezas. Así que no es de extrañar que ella les sonriera con la misma falsedad. A fin de cuentas, toda esa gentuza no han parado de engañarla prácticamente desde que nació. Y lo que te rondaré, morena, piensa ella. Qué de tonterías, sandeces y disparates se han hecho y dicho a mi costa. Y las que me quedan, sigue pensando, afligida y pesarosa.
 
Lo dicho, 34 añazos ya, la segunda más larga de la historia de las Españas, sólo por detrás de su hermana mayor, la de 1876, y que duró 55 años. El cumpleaños ha pasado y ahora se refresca mientras se mira al espejo del cuarto de baño. Nunca fue perfecta, piensa, como lo es, al fin y al cabo, toda obra humana. Pero ojo, nunca pretendió serlo, aunque sí lo pretendieran aquellos que la crearon. O, al menos, pretendieron que ella, y con ella el resto del país, así lo creyera, aunque eso ya escapa a sus entendederas. Porque vale que ella es muy lista y muy sabia, pero sigue habiendo cosas del comportamiento humano en general, y español en particular, que se le escapan. Que sigue sin encontrarles sentido alguno.

Como, por ejemplo, que siempre se dijera de ella lo dificil que era de cambiar. Ante todo, era robusta e inviolable. Y sonríe al recordar esas palabras, ya que le gustaban, por supuesto. Le gustaba su sonoridad. Podía llegar a entender que, si se la hizo así, fue precisamente porque en la época en la que le tocó nacer, las cosas no estaban todo lo finas que cabría esperar, y podía pasar cualquier cosa en cualquier momento. No era para menos, ya que a los tres años de nacer, intentaron echarla para atrás a golpe de pistola. La Democracia en España estaba renaciendo con ella y no era plan de que nada ni nadie echara por tierra el esfuerzo de tanta gente. Pero bueno, afortunadamente, la cosa no pasó de ahí y, a partir de ese momento, todo fue hacia adelante. Robusta e inviolable, sigue dándole vueltas a esas dos palabras en la cabeza como si fuera un caramelo en la boca. Y es entonces, precisamente como si se hubiera cortado la lengua con una astillita de ese caramelo, cuando se le tuerce el rostro y se le nubla la vista. Porque precisamente por ser robusta e inviolable se evitaron hacer un sinnúmero de reformas que no le hubieran venido mal para que el perfecto funcionamiento de la democracia hubiera seguido siendo, eso, perfecto. Como el que una mujer pueda sentarse en el trono. Que sí, que vale, que puede sentarse, pero tiene que producirse una alineación intergaláctica para que eso suceda sin ningún sobresalto. En ese aspecto, piensa mientras se lava un poco la cara, espera que Felipe de Borbón, futuro Felipe VI de España si no pasa nada antes, haga algo al respecto. Si es que puede, claro. Tan robusta e inviolable ella. Tantas cosas que se podían haber hecho y no se hicieron por esa dos palabras... y lo primero que se hizo fue, precisamente, cambiarla para ponerle un tope de gastos. Se fue una noche a dormir y, al día siguiente, se levantó con la sorpresa. Para eso no les hizo falta invocar su santísima robustez, no. Que gastaba mucho y por encima de sus posibilidades, decían. Que gastaban mucho ellos, querrían decir, y le quisieron echar el muerto a otros. Y todo por querer que el vecino les mirara bien. Quizá por eso mismo, ahora le suena a cachondeo eso de "robusta e inviolable".

Qué gente, piensa mientras suspira larga y lentamente. Han hecho que, en cosa de un par de años, o quizás incluso menos, la gente haya pasado de echarles la culpa a ellos, a echársela... ¡Directamente a ella! ¿Pero qué había hecho ella? ¡Si los que empezaron a hacer su santa voluntad por enicma de lo que ella decía habían sido, precisamente, ellos! Mucho mimarla, mucho adorarla, y a la hora de la verdad, ni le hacen caso, ni la cuidan, ni nada. No es perfecta, se repite, pero diantres, si aquellos que tienen que hacerme caso, me hacen el caso que ellos quieren, así no vamos a ninguna parte. Y menos perfecta que seré, claro.

Finalmente, me la imagino yéndose a dormir, esperando que, cuando despierte al año siguiente, la cosa haya cambiado un poco. Pero a mejor, que para cambios a peor siempre hay tiempo. Se pregunta, casi cuando se queda dormida, si se habrán dado cuenta de lo falsa que era su sonrisa. Como para no serlo. Como para no darse cuenta. Como se dio ella cuenta de lo falsas que eran las sonrisas que le dirigían a ella.