20 de junio de 2010

La mochila y el currículum

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En el día de hoy, me vais a permitir que os ponga el artículo de opinión publicado por uno de mis autores favoritos, y por qué no decirlo, "especie de" guía espiritual, como es Arturo Pérez-Reverte, tan odiado por unos e idolatrado por otros.

Dicho artículo fue publicado en El Semanal, el 9 de febrero del 2003. Ni más ni menos que hace siete años. Y dice lo siguiente:

Llueve a ratos, y Madrid está frío y desapacible. Pasan paraguas al otro lado del escaparate de la librería de mi amigo Antonio Méndez, el librero de la calle Mayor. Estamos allí de charla, fumando un pitillo rodeados de libros mientras Alberto, el empleado flaco, alto y tranquilo, que no ha leído una novela mía en su vida ni piensa hacerlo -«ni falta que me hace», suele gruñirme el cabrón- ordena las últimas novedades. En ésas entra un chico joven con una mochila a la espalda, y se queda un poco aparte, el aire tímido, esperando a que Antonio y yo hagamos una pausa en la conversación. Al fin, en voz muy baja, le pregunta a Antonio si puede dejarle un currículum. Claro, responde el librero. Déjamelo. Y entonces el chico saca de la mochila un mazo de folios, cada uno con su foto de carné grapada, y le entrega uno. Muchas gracias, murmura, con la misma timidez de antes. Si alguna vez tiene trabajo para mí, empieza a decir. Luego se calla. Sonríe un poco, lo mete todo de nuevo en la mochila y sale a la calle, bajo la lluvia. Antonio me mira, grave. Vienen por docenas, dice. Chicos y chicas jóvenes. Cada uno con su currículum. Y no puedes imaginarte de qué nivel. Licenciados en esto y aquello, cursos en el extranjero, idiomas. Y ya ves. Hay que joderse.Le cojo el folio de la mano. Fulano de Tal, nacido en 1976. Licenciado en Historia, cursos de esto y lo otro en París y en Italia. Tres idiomas. Lugares, empresas, fechas. Cuento hasta siete trabajos basura, de ésos de tres o seis meses y luego a la calle. Miro la foto de carnet: un apunte de sonrisa, mirada confiada, tal vez de esperanza. Luego echo un vistazo al otro lado del escaparate, pero el joven ha desaparecido ya entre los paraguas, bajo la lluvia. Estará, supongo, entrando en otras tiendas, en otras librerías o en donde sea, sacando su conmovedor currículum de la mochila. Le devuelvo el papel a Antonio, que se encoge de hombros, impotente, y lo guarda en un cajón. Él mismo tuvo que despedir hace poco a un empleado, incapaz de pagar dos sueldos tal y como está el patio. Antes de que cierre el cajón, alcanzo a ver más fotos de carnet grapadas a folios: chicos y chicas jóvenes con la misma mirada y la misma sonrisa a punto de borrárseles de la boca.
España va bien y todo eso, me digo. La puta España. De pronto la tristeza se me desliza dentro como gotas frías, y el día se vuelve más desapacible y gris. Qué estamos haciendo con ellos, Maldita sea. Con estos chicos. Antonio me mira y enciende otro cigarrillo. Sé que piensa lo mismo. En qué estamos convirtiendo a todos esos jóvenes de la mochila, que tras la ilusión de unos estudios y una carrera, tras los sueños y el esfuerzo, se ven recorriendo la calle repartiendo currículum en los que dejan los últimos restos de esperanza Licenciados en Historia o en lo que sea, ocho años de EGB, cinco de formación profesional, cursos, sacrificios personales y familiares para aprender idiomas en academias que quiebran y te dejan tirado tras pagar la matrícula. Indefensión, trampas, ratoneras sin salida, empresarios sin escrúpulos que te exprimen antes de devolverte a la calle, políticos que miran hacia otro lado o lo adornan de bonito, sindicatos con más demagogia y apoltronamiento que vergüenza. Trabajos basura, desempleos basura, currículums basura. Y cuando el milagro se produce, es con la exigencia de que estés dispuesto a todo: puta de taller, puta de empresa, boca cerrada para sobrevivir hasta que te echen; y si tienes buen culo, a ser posible, deja que el jefe te lo sobe. Aún así, chaval, chavala, tienes que dar las gracias por los cambios de turno arbitrarios, los fines de semana trabajados, las seiscientas horas extras al año de las que sólo ochenta figuran como tales en la nómina. Y si encima pretendes mantener una familia y pagar un piso date con un canto en los dientes de que no te sodomicen gratis. Flexibilidad laboral, lo llaman Y gracias a la flexibilidad de los cojones se han generado, dice el portavoz gubernamental de turno tropecientos mil empleos más, y somos luz y fan de Europa. Guau. Gracias a eso, también, un chaval de veintipocos años puede disfrutar de la excitante experiencia de conocer ocho empleos de chichinabo en tres o cuatro años, y al cabo verse el la calle con la mochila, buscándose la vida bajo la lluvia. Partiendo una y otra vez de cero. Flexibilidad laboral. Rediós. Cuánto eufemismo y cuánta mierda. A ver qué pasa cuando, de tanto flexionarlo, se rompa el tinglado y se vaya todo al carajo, y en vez de currículums lo que ese chico lleve en la mochila sean cócteles molotov.

Y, como ya he dicho al principio, esto es de hace 7 años. Y no veo que haya cambiado mucho la situación, la verdad... Hay veces en las que Pérez-Reverte me da miedo. Mucho miedo. Porque parece como si adivinara las cosas que van a pasar, como si se tratara de una especie de Nostradamus del Siglo XX-XXI.

Y lo peor de todo, es que siempre acaban dándole la razón.

15 de junio de 2010

La Personificación

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Para todos aquellos que no lo sepan, la personificación o prosopopeya es, según la RAE, una figura retórica que consiste en atribuir a las cosas inanimadas o abstractas, acciones y cualidades propias de seres animados, o a los seres irracionales las del hombre. Y en este post, en particular, voy a referirme a la segunda parte.

Atribuir cualidades humanas a seres irracionales. Como por ejemplo, los animales.

¿Y a qué viene todo esto? Pues básicamente, a que el otro día (y quien dice el otro día, dice hace varios meses), llegué a la conclusión de que me gusta cuando una obra se basa principalmente en la personificación antropomórfica (porque si a los animales no les das aspecto humano, además de cualidades humanas, nos sale Los Trotamúsicos, y esa serie ya no me gustaba tanto).

Todo vino por una especie de "iluminación conjunta". Por un lado, y como comenté un día en mi fotolog, me encanta el cómic de Blacksad (de Guarnido y Díaz Canales), una serie de tres libros en la que los animales protagonistas tienen unas pasiones de lo más humanas (y unas maneras y unos métodos mucho más humanos todavía); y por otro lado, que en un ataque de nostalgia, me acordé de varias series de mi infancia, como por ejemplo, Sherlock Holmes, La Vuelta al Mundo de Willy Fog o, algo más alejada de esta estética, pero también dentro de ella, la hispano-nipona La Aldea del Arce (Toei Animation en asociación con TVE, qué tiempos aquellos).

Porque, decidme: ¿Acaso hay ser más astuto que un zorro? Porque Sherlock Holmes era todo un zorro en muchos de los sentidos. ¿O más fiel que un perro? Precisamente, Watson, y siguiendo con la misma serie, es el fiel amigo de Holmes (que, por cierto, debido a esto llegué a decidir que, si algún día tenía un Schnauzer, raza que me encanta, le pondría de nombre "Holmes"). 

Pero si seguimos con las otras series seguimos teniendo más ejemplos. Willy Fog es un león, la viva imagen de la nobleza y el poderío; Rigodón es tan vago y casero como un gato doméstico; todo lo contrario que Tico, que es un ratón, razón por la cual, a pesar de que son muy amigos, siempre está uno incordiando al otro; las panteras siempre han tenido ese aura de seductoras, como seductora presentaban a Romy, la que sería esposa de Willy al final de la serie; y por supuesto, Dix y Bully, los dos policías encargados de perseguir por todo el mundo a Willy Fog, erróneamente confundido, debido a las circunstancias, con un ladrón de bancos... y fíjate tú por donde, ambos son, respectivamente y además de policías, un sabueso English Foxhound y un bulldog inglés.

Y por supuesto, que tanto Moriarty (de Sherlock Holmes), como Transfer (de La Vuelta al Mundo de Willy Fog), como Gretel (de La Aldea del Arce), además de ser malos malísimos, los tres son lobos. Y es bien sabido que no hay animal más ruin y malvado en el reino animal que los lobos (aunque Felix Rodriguez de la Fuente nos enseñara después que nada más lejos de la realidad).

En fin. que me gusta ver las imágenes que nosotros, los humanos, proyectamos de nuestras propias virtudes y defectos en el mundo animal. Muchas veces no hay nada tan didáctico como esto. Y ojo, que muchas veces también, los niños no son los únicos que necesitan aprender este tipo de cosas.

9 de junio de 2010

Lecciones de Mitología (I)

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Hoy toca uno de los temas "padre" de este nuevo blog, que no es otro que el de acercar un poco los "grandes temas" al gran público.

Y, en este caso, se trata del mito de Perseo que, como algunos sabréis, hizo que saliera poco menos que histérico del cine tras ver cómo se habían fumado dicho mito los guionistas de la versión del 2010 de Furia de Titanes.

Bueno, como algunos sabréis, y si no ya os lo digo yo (que, para eso estoy), Perseo fue un semi-dios de la antigua Grecia, hijo de Zéus y Dánae, una mortal (en este caso, podría decirse que es "primo" de Hércules, ya que también fue hijo de Zeus y una mortal), cuyo padre, el rey Acrisio, había encerrado en una torre para que no tuviera descendencia (el Oráculo había profetizado que su nieto lo destruiría). Cuando el rey se enteró de que su hija había dado a luz, los arrojó a ambos al mar dentro de un cofre, llegando a un reino vecino y siendo acogidos por el hermano del gobernante.

Y aquí es donde empieza el jolgorio.

El gobernante de ese reino acabó enamorándose de Dánae, y como pensó que su hijo Perseo podría suponer un estorbo para conquistarla, y sabiendo cómo era él, declaró que todo noble del reino debía regalarle un caballo para conquistar a la princesa de otro país. Pero como Perseo no tenía caballo alguno, no se le ocurrió otra cosa que prometerle la cabeza de Medusa. Con un par.

El gobernante ya celebraba para sus adentros el tanto que acababa de marcarse, pero no contaba, precisamente, con que Perseo era el hijo de un dios... y vaya si se notó. Recibió una hoz de acero de parte de Hermes, y un escudo espejado de parte de Atenea. Y todos los consejos que necesitara el chaval. Además, por el camino, las nayades le dieron un zurrón mágico para que pudiera meter la cabeza de la gorgona sin problemas. Y lo que es más, el propio Hades le dio unas sandalias aladas y un casco que hacía invisible a quien lo llevara. Así que, cuando por fin encontró a Medusa, Perseo pudo decapitarla sin "demasiados" problemas. Y pudo ver, antes de irse, cómo de la sangre de Medusa nacían Pegaso y un gigante.

Cuando volvía Perseo, feliz y contento, a su hogar paseando por la playa, resultó que se encontró a una chica encadenada a una roca. Esta chica dijo llamarse Andrómeda, hija de Cefeo y Casiopea, y que la habían encadenado ahí para que un monstruo marino se la comiera porque el Oráculo así lo había dicho. Pero como al chico le hizo tilín, pues cortó las cadenas y se la llevó con él, no sin antes dar cuenta del monstruo, que no andaba ya muy lejos.

Al llegar al reino de Andrómeda, Perseo pidió su mano a sus padres que, como la había rescatado (y que era hijo de Zeus, a ver quién dice que no), aceptaron felizmente la proposición. Pero resultó que Andrómeda ya estaba prometida con un tío suyo, por lo que Perseo también tuvo que luchar contra él. La pelea terminó cuando Perseo, viendo que iba perdiendo, sacó la cabeza de Medusa y se la enseñó al tío de Andrómeda. Finalmente, ambos pudieron casarse, ser felices y comer perdices. Y tener siete hijos (entre los que se encuentra, según cuenta la leyenda, Perses, creador del imperio Persa... qué paradoja).

Pero aquí no terminaba la cosa. Perseo tenía una deuda pendiente, que era precisamente la de entregarle la cabeza de Medusa al gobernante del reino que los acogió a él y a su madre, así que ahí que volvió. Sin embargo, cuando vuelve, se entera de que todo había sido un engaño para alejarlo de su madre y quedarse con ella (aunque el gobernante seguía sin conseguir nada). Con esto, y que tanto el gobernante como su corte comenzaron a reírse de él y a dudar de que hubiese conseguido la cabeza de Medusa... pues otra vez que volvió a sacarla, dejándolos a todos petrificados. Tras esto, su madre se casa con el hermano del gobernador del reino, quien los había acogido desde un principio y que había llegado a ser como un padre para él. Y como la cabeza de Medusa ya no le servía para nada... pues se la regaló a Atenea, que tanto le había ayudado en su aventura. Desde entonces, la diosa llevaría dicha cabeza en su escudo.



Finalmente, y ahora sí, Perseo decide regresar a Argos, el reino de su abuelo, para conocerlo. Pero como Acrisio tiene miedo por la profecía que decía que Perseo lo mataría, se fue a ver unos juegos que se estaban celebrando en otro reino. Perseo fue ahí también, y mientras buscaba a su abuelo, se apuntó a los juegos como lanzador de disco. Y quiso la mala suerte que, cuando le tocó a él, lanzó el disco con tanta fuerza, tanta puntería y tanta mala suerte, que fue a acertarle a Acrisio en todo el pecho, matándolo del golpe.

Tras esto, y sintiéndose culpable, Perseo rechazó el gobierno de Argos. En su lugar, se lo cambió a un tío suyo (que también era rey) y construyó la ciudad de Micenas, donde viviría feliz y contento el resto de sus días.

Y como reza el dicho, todo parecido con la realidad es pura coincidencia. Está claro que ambas versiones (tanto la de 1981 como la de 2010) se toman sus licencias, pero... tras leer esto, ¿Cuál creéis vosotros que respeta un poco más el espíritu de la historia original?

Hasta el siguiente post.