28 de septiembre de 2013

Tolkien (I): Glorfindel, el gran olvidado

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Llevaba ya mucho tiempo queriendo escribir algo, lo que fuera, sobre la obra de J. R. R. Tolkien, pero precisamente por ser tan rica y extensa, nunca he sabido sobre qué escribir exactamente. Hasta que el otro día, saltando de página web en página web, me reencontré con uno de los héroes más grandes de la Tierra Media, y también uno de los más olvidados, sobre todo en las adaptaciones cinematográficas que se han hecho posteriormente de la obra de "El Profesor". Todo el mundo conoce (más o menos) a Aragorn, a Gandalf, a Legolas y Gimli, a Frodo... pero estoy seguro que casi nadie conoce a Glorfindel, uno de los héroes elfos más grandes de la historia de la Tierra Media. Para que os pongáis un poco en antecedentes, decíos que la primera vez que aparece Glorfindel en la historia de la Tierra Media es en El Silmarillion, en el año 473 de la Primera Edad del Sol. Para que os posicionéis un poco, la acción de El Señor de los Anillos se sitúa aproximadamente en el 3.020 de la Tercera Edad del Sol, es decir, casi 6.500 años antes de esos acontecimientos.

Glorfindel era originario de la ciudad elfa de Gondolin, y era de linaje noble. De hecho, era el señor de una de las Siete Casas que componían la nobleza gondolindrim, aparte de la familia real. Su primera aparición fue, precisamente, en una de las múltiples batallas que se llevaron a cabo en la Primera Edad. En dicha batalla (la Batalla de las Lágrimas Innumerables), él era el capitán general del ejército de la ciudad. En esta batalla, las fuerzas combinadas de elfos y hombres fueron brutalmente derrotadas, y fue gracias a él (con ayuda de los hermanos humanos Húrin y Huor, eso sí) que el ejército de Gondolin pudo retirarse de vuelta a la ciudad con relativa facilidad y seguridad. Todo esto implica, por supuesto, que Glorfindel es más anciano (si es que la palabra "anciano" se puede aplicar a un elfo de naturaleza inmortal) de lo que pueda parecer, ya que nadie se hace capitán general de los ejércitos de una ciudad de la noche a la mañana, por muy noble que se sea, y menos si es por merecimiento personal.

Glorfindel luchando contra un balrog
Pero Glorfindel no tuvo que esperar demasiado para entrar en acción nuevamente. Apenas 40 años más tarde (¿Qué son 40 años para un elfo? ¿40 horas para un humano? ¿40 minutos, quizá?), Morgoth encontró finalmente la localización secreta de Gondolin, enviando a todas sus huestes de orcos, balrogs y dragones con el único fin de destruirla. Y la destruyó. Pero los elfos vendieron cara su piel, entre los que se incluyó el propio Glorfindel, que cayó defendiendo a los exiliados que huían de la ciudad peleando contra un balrog. Y matándolo, por supuesto. ¿Os acordáis de la pelea entre Gandalf y el balrog de Moria? Pues bien, decir que, mientras que Gandalf era un dios menor (pero un dios, al fin y al cabo) enviado a la Tierra Media en ayuda de los Pueblos Libres; y que el balrog llevaba pocos años despierto y aun no había recuperado todo su poder, Glorfindel era un "simple" elfo y se enfrentó a un balrog en la plenitud de sus poderes. Y aun así, logró acabar con el terrible demonio de fuego.

Fue tal su hazaña y su sacrificio, y tan noble el propósito de los mismos, que su alma fue transportada a las Estancias de Mandos (una especie de "purgatorio" de la Tierra Media), pero no para pagar por sus pecados... sino para ser reencarnado más adelante, algo que a muy pocos en todas las Edades de la Tierra Media se les había concedido antes.

Y aunque no pudo reencarnarse hasta la llegada de la Tercera Edad del Sol, no dejó de prestar auxilio a los reinos humanos que ya por aquel entonces se extendían por la Tierra Media. De hecho, en el 1974 de dicha edad, el Rey Brujo de Angmar, el jefe de los Nazgûl, atacó y tomó Fornost, la capital del reino principal de los reinos humanos del Norte (el reino era Arthedain; los otros dos, Rhudaur y Cardolan) y fue gracias a la intervención de los ejércitos de Gondor y de los Elfos liderados por Glorfindel que se pudo expulsar al más poderoso de los Nazgûl de la ciudad y exterminar a todos sus ejércitos. Incluso estuvieron a punto de acabar con el propio Rey Brujo, pero Glorfindel predijo que no sería un hombre quien lo mataría... y así sucedió unos 2000 después, cuando Merry y Eowyn acabaron con él en la Batalla de los Campos del Pelennor, durante la Guerra del Anillo (lo que se ve en la película, precisamente).

Y así pasó el tiempo. Se forjaron los Anillos de Poder; Sauron forjó el Único; se libró la Batalla de la Última Alianza, en la que se le cercenó el dedo a Sauron, perdiendo el Anillo, en la que, por supuesto, Glorfindel también participó; el Anillo Único se perdió al no haberlo destruído Isildur; Smeagol lo encontró, en el Anduin, escondiéndolo durante 500 años; Bilbo Bolsón lo volvió a encontrar y este, 60 años después, se lo entregó a su sobrino Frodo, quien emprendió el viaje a Rivendel para ver qué se hacía con él. Y fue precisamente Glorfindel quien encontró a los hobbits y a Aragorn tras el ataque en la Cima de los Vientos, y quien se lo llevó herido de gravedad a Rivendel, enfrentándose y repeliendo a los nueve Nazgûl juntos en el vado del Bruinen, sin contar que ya se había enfrentado a tres de ellos unos días antes. Cuando Frodo se recuperó de sus heridas y se convocó el Concilio de Elrond, Glorfindel también estuvo presente en las decisiones que se tomaron respecto al futuro del Anillo, siendo otro que, junto con Gandalf, propuso que el único camino posible era el de destruir el Anillo arrojándolo a la lava del Orodruin, donde Sauron lo había forjado. Y ya para finalizar, estuvo presente, tras la Guerra del Anillo, en la coronación en Minas Tirith de Aragorn como rey de los reinos de Gondor y Arnor.

Glorfindel, en el valle de Tumladen
Pues bien, a pesar de todo esto, Glorfindel no aparece en ninguna de las dos adaptaciones cinematográficas de El Señor de los Anillos que se han realizado hasta la fecha. De hecho, en la primera adaptación (en 1978, dirigida por Ralph Bakshi) es Legolas quien ocupa su lugar encontrando a Frodo y llevándolo a Rivendel; y en la segunda, la de 2001 y dirigida por Peter Jackson, es Arwen la encargada de enfrentarse a los Nazgûl. Peter Jackson argumentó que no valía la pena crear otro personaje nuevo para la película, ya que sólo aparecería unos 15 minutos (y, de paso, daba más protagonismo a Liv Tyler, ya que a Arwen, precisamente, apenas se la menciona en toda la trilogía), pero Ralph Bakshi ni siquiera dio alguna explicación.

En fin, una lástima que un personaje con el potencial de Glorfindel no haya aparecido por ninguna parte en ninguna de las adaptaciones de El Señor de los Anillos que se han hecho. Sólo espero que, si algún día a algún descerebrado le da por hacer una serie de El Silmarillion (porque hay que estar un poco loco para meterse en semejante berenjenal, aunque si se han metido con algo de la magnitud de Juego de Tronos, yo ya me espero cualquier cosa) no se olvide de incluir a este elfo noldor en el reparto de dicha serie.

Madrid Makes Sense... Spain Doesn't

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Mucho se ha dicho, y mucho se ha escrito, desde que este pasado fin de semana el COI desestimara la candidatura de Madrid 2020 en la primera vuelta de la gala en la que se decidía la sede de ese año sobre las razones que llevaron al organismo a rechazar la candidatura madrileña (que no española, cuidado).

Y no es que Madrid tuviera una mala candidatura, ni mucho menos. Su punto fuerte, que siempre ha sido algo que ha dado miedo a todo organizador que se precie, era que contaba con aproximadamente el 80% de las infraestructuras necesarias para un evento de tales magnitudes ya construidas, por lo que de aquí a seis años, iba a estar todo más que listo y preparado. De esto se derivaba otra de las grandes bazas que esgrimía Madrid. Vale, estamos en un país en plena crisis económica (amén de muchas otras), pero como ya tenemos construido casi todo lo necesario debido a las anteriores candidaturas fallidas, no vamos a necesitar una gran inversión de capital para realizar unos juegos olímpicos como dios manda. Vamos a hacer unos juegos a lo grande y, encima, baratos. Y como bien rezaba el lema, Madrid tenía sentido en este aspecto. Mucho.

Sin embargo, esta candidatura también tenía muchas flaquezas que ni el COE ni el Ayuntamiento de Madrid han sabido, no ya tapar, sino directamente, ni tan siquiera disimular. Como por ejemplo, el asunto más espinoso al que se enfrentó la candidatura: El dopaje y su control en España. Con el asunto de la Operación Puerto todavía sin una resolución final, y, en mi opinión, con el (mal llamado) doctor Eufemiano Fuentes, que sigue ejerciendo como tal a pesar de todas las pruebas que se han encontrado en su contra, se le hace un flaco favor a todos los intentos por parte de la administración central de frenar esta lacra del deporte y, en consecuencia, restó muchísima credibilidad a las débiles argumentaciones que ofreció la candidatura madrileña al respecto.

Aunque lo peor, desde mi punto de vista, fue esa especie de "ultimátum" encubierto que lanzó el COE para defender la candidatura Madrid 2020. Dicho ultimátum venía a decir que los Juegos Olímpicos eran el único camino posible para promocionar en este país los deportes menos conocidos y, por ende, menos practicados, pero igualmente válidos. Era este un argumento de doble filo, ya que si bien por una parte podía llegar a mover las conciencias de los jueces del COI, y hacer que con dicha candidatura, esos deportes minoritarios se dieran a conocer, lo que ocurrió fue todo lo contrario: Se demostró el poco interés que los sucesivos gobiernos españoles han tenido, y siguen teniendo, por cualquier otro deporte que no sea el fútbol o, a lo sumo, el baloncesto. Si tú no muestras interés por el deporte en tu propio país, ¿Cómo esperas que te tengan en cuenta a la hora de organizar un evento de estas características?

Todo esto, poco a poco, le fue quitando la venda de los ojos a los jueces del COI. En seguida se dieron cuenta que la representación española estaba intentando dárselas con queso, como llevan haciendo bastante tiempo ya con los propios españoles. Y teniendo en cuenta la fama que tiene ahora mismo la política española, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, los jueces ya estaban más que prevenidos al respecto. A partir de aquí, todo fue cuesta abajo, y así se reflejó en la decisión final del jurado. Si tú país está en crisis, lo último que necesitas es, precisamente, organizar un evento de tal magnitud como unos Juegos Olímpicos. Porque vale que ya habrá mucho trabajo adelantado, pero si hay una cosa que le guste al COI, son las inversiones millonarias y los proyectos faraónicos para organizar unos Juegos por todo lo alto, cosa que España, sumida en plena crisis económica, no podía realizar. Porque, precisamente, aquí es donde entra el Spain doesn't make sense. El COI, entre líneas, vino a decir que todo ese dinero que pensaban invertir en los Juegos, lo invirtieran en evitar los recortes que la crisis está produciendo. Y se preguntaban qué intenciones tendrían para que, con la que está cayéndonos, quisieran meterse en semejante fregado. Que sí, que vale, que unos Juegos Olímpicos traerán muchos ingresos, pero en estos casos, nunca deja de estar muy claro qué tipo de ingresos traerán ni, tampoco, a quién se lo traerán. Y esto los señores del COI también lo vieron venir. Lo último que quiere el COI es, precisamente, que cualquier cosa que pueda asociarse a ellos se vea salpicada por la más mínima pizca de corrupción. O, al menos, que vuelva a aparecer la sombra de la corrupción después del escándalo desatado con la adjudicación de los JJ.OO. de Invierno de Salt Lake City, y en el que rodaron cabezas olímpicas bastante altas. Y con la que está cayendo ahora mismo en España, como para arriesgarse siquiera. Y con una clase política, además, completamente alienada de su población, que se aferra a sus poltronas con más manos que un pulpo. Me gustaría recordar en este punto el caso de un político alemán que dimitió de todos sus cargos porque se descubrió que había copiado parte de su tesis doctoral... aquí, el político de turno habría quitado hierro al asunto diciendo que fueron unas meras "coincidencias", o incluso "un guiño" al autor original... eso, si es que dicho político hubiese llegado a escribir siquiera una tesis doctoral.

Y ya por último, y como ya he comentado al principio, en España se ha dicho de todo al respecto. Todo, eso sí, desde nuestro propio folklore de "la culpa no es nuestra, es del otro". Empezando por la "casualidad" de que se perdiera la señal del satélite justo cuando Madrid presentaba su candidatura, hecho que muchos vieron como todo un atentado a los intereses patrios y una vuelta al contubernio judeomasónico que quería evitar a toda costa unos juegos made in Spain. Y cómo olvidarnos, ¡Por Dios! de tomarnos un relaxig cup of café con leche in Plaza Mayor... Esto, si bien fue la puntilla de la candidatura, al menos desde mi punto de vista, no dejaba de ser la punta del iceberg. Lo gordo, lo principal, estaba muy por debajo. Y aun así los señores jueces del COI lo supieron ver. Porque nosotros podremos ser más o menos tontos, o nos dejaremos engañar más o menos, pero está claro que más allá de los Pirineos están hechos de otra pasta y no ríen las gracias como las reímos nosotros.

Por suerte, la confesión de Ana Botella de que ni tan siquiera tenían el dinero que habían dicho que utilizarían para realizar los juegos nos ha hecho perder tantísima credibilidad que podemos ahorrarnos las candidaturas de aquí a 40 años por lo menos. Luego dicen que si la "Marca España" la estropeamos los españoles con huelgas inncesarias... Ya.


PD.- Mención especial al pobre enviado especial de La Sexta Noticias, que se adelantó a todo el mundo diciendo que Tokyo había sido eliminada en primera ronda y que pasaban a la final Madrid y Estambul, cuando en realidad lo que ocurría era que estas dos ciudades estaban empatadas a puntos y no se sabía cuál de las dos caería primero... hasta que se deshizo el empate y se descubrió el pastel. Memorable la cara de circunstancias del reportero al tener que rectificar de su error.