17 de noviembre de 2014

Bienvenido sea

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En esta ocasión, me alejaré un poco del tema Tolkien (aunque no mucho, ya que lo voy a usar como ilustrador de la entrada) y vamos a tocar un tema que, a todo aquel que le gusta leer, acaba sufriendo antes o después: Que hagan una versión cinematográfica de tu libro favorito. Y si bien es algo que, a priori, puede parecer positivo, no todo el mundo acepta igual de bien esas adaptaciones.

Hablando de la obra de Tolkien, debido precisamente a la inminencia del estreno de la última película ambientada en El Hobbit en particular, y en la Tierra Media en general, que veremos en mucho tiempo, uno de los comentarios más extendidos entre los fans más acérrimos de los libros es algo tal que así:

Vaya mierda lo que han hecho, han destripado el libro completamente. Para hacer esto, mejor que no hubieran hecho nada. Iré a ver la película, pero sé que no voy a salir contento...

Algo, por cierto, que se parece muchísimo a lo que ya pasó cuando, hace nueve años, estrenaron la versión cinematográfica de Orgullo y Prejuicio, protagonizada por Keira Knightley y Matthew Macfadyen. Y es que tanto en un caso como en el otro, el destrozo que se hizo a los libros fue patente y escandaloso. 

Tom Bombadil, el gran desaparecido de El Señor de los Anillos
Comprendo que una novela, a fin de cuentas, no es un guión de cine, y que para hacer una película de dicha novela, primero hay que adaptarla, "guionizarla", de alguna manera. En este aspecto, y por normal general, un guionista se las tiene que arreglar como sea para encajar todo lo narrado en dicho libro en, aproximadamente, dos horas de película. Así pues, es normal que puedan llegar a caerse escenas y/o personajes que, en el libro pueden parecer imprescindibles, pero que a la hora de la verdad, aportarían más bien poco a la acción y a la continuidad de la película (véase lo que ocurrió cuando Peter Jackson decidió dejar a Tom Bombadil fuera de la trilogía de El Señor de los Anillos, lo que también levantó no pocas ampollas en su día entre los fans). 


Pero claro, una cosa es quitar escenas o personajes, y otra muy distinta, reinventar los que ya hay, o incluso inventarse otros nuevos, que esto fue lo que ocurrió precisamente con Orgullo y Prejuicio, por un lado, y con El Hobbit y el personaje de Tauriel, por el otro. En el primer caso, la versión de 2005 (versión, que no adaptación) del libro de Jane Austen, es un completo desastre. Tanto si se lee el libro, como si se ve la adaptación de 1995, se puede ver que la familia Bennet es una familia acomodada de clase alta de la zona rural inglesa. Tienen unas tierras en propiedad, y tienen una casa que ya querrían para ellos muchos de los que viven hoy en día. No demasiado grande ni espectacular, pero sí bastante decente y correcta. Y, como no puede ser de otra manera, guardan escrupulosamente los modales y las costumbres británicas. Todo lo contrario que en la versión de 2005, donde lo menos que se ve es a una Elizabeth Bennet paseando felizmente entre los cerdos de la cocina de su casa, lugar donde come toda la familia rodeados de suciedad por todas partes. Y aun así y todo, no deja de sorprenderme cada vez que leo o escucho lo mucho que a la gente le gusta dicha película, y que si descubrieron a Jane Austen, fue precisamente gracias a ella. Y es en este punto, precisamente, en el que me gustaría incidir.

Orgullo y Prejuicio 2005
Muchas veces, los fans nos hacemos "propietarios" de la obra de nuestro autor favorito. En cierto modo, es más que normal, son muchas horas leyendo esas líneas, esas escenas, e imaginándolas en nuestras mentes. Y ver hasta qué punto puede llegar a cambiarlas el director de turno, puede llegar a ser hasta ofensivo y sacrílego, dependiendo de la persona. Como cuando Howard Carter entró en la tumba de Tutankamón. Sin embargo, esta posesión nos impide ver lo positivo de estas conversiones. Porque sí, considero que hasta las adaptaciones más aberrantes tienen su parte positiva, que en este caso, es el "efecto llamada" a nuevos fans.

Porque así es. ¿Quién nos dice que a esa persona que ha visto una película, que a nosotros nos parece atroz, no le pica la curiosidad y se lee el libro del que procede? ¿Y si resulta que, tras leerse el libro, se da cuenta de que el libro le gusta mucho más que la película y empieza a buscar más material de ese autor? Para mí, y como digo en el título de la entrada... bienvenido sería toda aquella persona que se uniera a una afición tan maravillosa como la lectura, aunque sea pagando un peaje tan caro.

5 de noviembre de 2014

Tolkien (VII): El final de una Edad

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Recuerdo cuando, tras ver el final de El Retorno del Rey hace ya once años, cómo se quedó en mi interior un poso agridulce. Había visto algo que, junto con sus otras dos hermanas, había cambiado en cierto modo el mundo del cine, del mismo modo que hiciera Tolkien hacía ya 50 años con la literatura universal gracias a la edición impresa de El Señor de los Anillos. Y digo agridulce porque, precisamente, era consciente de la magnitud de la trilogía realizada por Peter Jackson y había quedado conforme y satisfecho. Esa era la parte dulce, porque la parte agria era saber que algo así no se habría de volver a repetir. Sí, existía El Hobbit, claro, pero tal y como yo lo conocía, no daba para volver a hacer algo del tamaño de El Señor de los Anillos, por lo que, a nivel personal, daba por finiquitado el asunto cinematográfico de la obra de El Profesor.

Hasta que al cabo de una década (día arriba, día abajo), empezaron a surgir nuevos rumores de que "una sombra se movía en el Este". Guillermo del Toro primero, y Peter Jackson después, estaban planeando una película de El Hobbit... que con el tiempo resultó que no era una, ¡sino dos! Y aun es más: acabó siendo una trilogía, por imposible que pareciera, similar a la primera. Y todo ello gracias a un exhaustivo estudio de la obra de Tolkien y de todo el trasfondo que, en realidad, tiene El Hobbit. Y en esas nos encontramos ahora, a falta de poco más de mes y medio para el estreno de La Batalla de los Cinco Ejércitos, que dará carpetazo a esta segunda trilogía... y, por lo que parece, también, y de manera definitiva, a las adaptaciones de otros libros de Tolkien.  Es verdad, sigue quedando El Silmarillion, y visto lo visto, podría decirse que bastaría con esperar otros diez años para que Peter Jackson, una vez más, vuelva a sorprendernos con más elfos, hombres y orcos. Pero me temo que esta vez el asunto es mucho más complicado, y es lo que voy a comentar a continuación.

Hay muchos factores que, al menos a corto y medio plazo, hacen imposible, desgraciadamente, cualquier adaptación cinematográfica de un libro de las características de El Silmarillion. La primera de todas ellas, como no puede ser de otra forma, se debe al apartado técnico. A pesar del reto que supuso rodar El Señor de los Anillos (aun no sé cómo hizo Peter Jackson para convencer a productores y distribuidores para que le dejaran filmar una trilogía de esas características), y de que para El Hobbit ya tenía la mitad del trabajo hecho, El Silmarillion es harina de otro costal. La principal diferencia es que tanto El Señor de los Anillos como El Hobbit son historias con un hilo conductor propio, cosa de la que carece por completo El Silmarillion, que es más bien un conjunto de historias que narran una historia más grande en sí misma. Esto nos lleva directa e inevitablemente a la duración. Que El Señor de los Anillos fuera una trilogía estaba cantado. Tres libros, tres películas, es matemática pura. La verdadera sorpresa llegó al anunciar que El Hobbit también iba a ser una trilogía a pesar de que la historia se cuenta en un solo libro. Así pues, si de un libro relativamente pequeño hemos sacado una trilogía... ¿Qué no podemos llegar a sacar de un libro que condensa toda la historia de Arda desde sus orígenes hasta la creación de los Anillos de Poder

En este aspecto, hay muchos fans que ya han contestado. Una serie de televisión. Ese sería el formato perfecto para abarcar todo lo referente a El Silmarillion y a todas sus historias. Temporadas y temporadas llenas de Noldor, de batallas, de dragones, de balrogs, de amores imposibles... pero, también en este caso, y como diría Don Quijote, "con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho", porque entonces habría que encontrar una cadena que estuviera dispuesta a soltar toda la pasta necesaria para semejante proyecto. Como ejemplo, baste decir que una serie como Juego de Tronos (la comparación es inevitable) tiene un coste medio por capítulo de 4.5 millones de dólares, teniendo en cuenta que cuando hay capítulos especiales en los que hay más trabajo, como batallas o similares, el coste aumenta hasta los 6 millones. Entonces, y teniendo en cuenta que El Hobbit ya ronda los 750 millones de dólares (estimados, porque podrían ser más) de presupuesto... ¿Cuánto dinero no costaría producir una serie de semejante calibre? Y como he dicho antes, ¿quién estaría dispuesto a arriesgar tantísimo dinero para una serie de televisión? Además, ¿Durante cuántas temporadas, exactamente? ¿Y si resulta que, a medio camino, la cosa flojea y ese canal de televisión decide que ya no le sale rentable y que la corta?

Y por último, y no menos importante, ni mucho menos, es el tema de los derechos audiovisuales. Actualmente, dichos derechos de El Silmarillion están en posesión de Tolkien Estate, la empresa encargada de controlar todo el material que creó Tolkien en su día y dirigida principalmente por su hijo, Christopher Tolkien. Y aquí es donde nos encontramos con el verdadero problema. J. R. R. Tolkien vendió en su día los derechos tanto de El Hobbit como de El Señor de los Anillos para adquirir liquidez, sabiendo como sabía que, en aquellos años (1960), sus libros eran completamente imposibles de llevar a la gran pantalla (aunque se llevara un susto con Kubrick y The Beattles). Pero en el caso de El Silmarillion, no fue él quien lo publicó, sino su hijo Christopher a título póstumo, y después de un arduo trabajo de recopilación también por su parte de la obra de su padre, por lo que le tiene un cariño especial más allá del mero valor comercial que pueda tener. Y es que además, ya de por sí y por ese motivo, Christopher nunca ha estado dispuesto a vender los derechos de El Silmarillion... pero es que encima, en una de las pocas entrevistas que ha llegado a conceder, declaró que no le gustaba en absoluto nada de lo que Peter Jackson había hecho con las dos historias más emblemáticas de su padre. En este caso, cabe suponer, efectivamente, que si ya de por sí no se sentía muy inclinado a vender derecho alguno, ahora tiene muchísimas menos ganas. La única esperanza que se puede llegar a albergar en este aspecto, por muy feo y frío que suene (que suena), sería esperar a que Christopher, que Dios guarde durante muchos años más, falleciera (tiene ya 89 años) y ver entonces cómo se desarrollaban los acontecimientos dentro de la Tolkien Estate. Y aun así, no me sorprendería que nos encontráramos con alguna cláusula en su testamento diciendo algo como "prohibido vender los derechos de El Silmarillion a toda costa".

En fin, que como ya expreso en el propio título de la entrada, mucho me temo que el próximo 17 de diciembre asistiremos no sólo al estreno de una película, sino también al final de una Edad, "tolkenianamente" hablando. El final de un gran ciclo comenzado hace 13 años con La Comunidad del Anillo, y que finalizará por todo lo alto con La Batalla de los Cinco Ejércitos. Al menos, ya puede acabar por todo lo alto una película que, ya han adelantado, tendrá una batalla de 45 minutos de duración...