18 de mayo de 2010

Cinéfilos

Llevo unos cuantos días pensando en el siguiente post que habría de escribir (al menos, los ratos libres que tengo en los que podría escribir un post). Que si la crisis, que si los recortes, que si los funcionarios... Pero siento que todo eso está más que trillado. O, al menos, lo está de momento.

Así que me he decantado finalmente por escribir sobre un tema algo más banal. El cine y su industria.

La inspiración me llegó un día que estaba yo repasando las entradas de cine que tenía guardas en la cartera, ya que una de mis manías es la de guardar las entradas de las películas a las que voy. Vi, con cierta satisfacción, que tenía guardadas entradas desde el año 2003. Casi nada. Pero también hubo dos detalles que no se me escaparon.

El primero fue el más evidente y aplastante: El precio. Las entradas más viejas que conservo (8 Millas y Gangs of New York -traducido éste último horriblemente como GANGSTERS cuando en realidad se refiere a BANDAS, que es de lo que realmente va la película- me costaron, respectivamente, 5.20 y 3.50€. Y teniendo en cuenta la diferencia de precios (y que sólo se llevan un día de diferencia), estoy convencido que la primera fue un domingo, y la siguiente un lunes (día del espectador del cine al que fui). Esto, para empezar. Porque encontrarse hoy en día un cine en el que un domingo cueste la entrada menos de 6€, y que el día del espectador haga un descuento de más de 1€, es misión más que imposible, diría yo. Es más, las dos últimas entradas que tengo (Malditos Bastardos y El Reino Prohibido), aunque no tienen precio, puedo decir que me costaron unos 5.50€, teniendo en cuenta que las vi entre semana y en otro cine distinto al del principio del ejemplo (porque la última película que vi ahí fue Avatar 3D y la tontería andaba por los 9-10€, unos 6-6.50€ normal)

Y lo segundo que vi fue, precisamente, que antes era capaz de ir al cine incluso dos veces por semana. Está claro, si los precios acompañan, vas al cine feliz y contengo a ver "lo que haga falta". Obviamente, el criterio de uno mismo a la hora de dejarse el dinero también era importante, pero tampoco tanto. Y esto es algo que queda increíblemente patente (guiándome por mis entradas, claro) conforme va pasando el tiempo, ya que pude observar como, casualmente, cuanto más caras estaban las entradas, el espacio entre sesión y sesión también aumentaba. Es más, ha llegado un punto en el que, ahora mismo, no sabría decir cuál fue la última película que fui a ver al cine (a veces se me pierden las entradas antes de poder guardarlas), pero sí que puedo decir que, desde que una de las últimas fue Los hombres que miraban fijamente a las cabras.

Todo esto me hizo recordar una frase de mi amigo Samuel: Nos lo están poniendo difícil a los cinéfilos (aunque él sólo lo dijese por el precio). Y es verdad. Pero ya no sólo por los precios, que también es un factor muy importante, sino que me da la sensación de que ya no hay tantas películas que merezcan la pena ir a ver al cine. Sí, todas las semanas hay dos o tres estrenos, unos más sonados que otros... pero que, al fin y al cabo, no dejan de ser películas que hasta hace unos pocos años, no pasarían de ser "peliculillas para rellenar cartel". Y esto es algo que también veo en los videoclubs, ya que he ido bastante en los últimos dos meses... y nunca había nada. Ningún estreno arrollador que me hiciera lamentar haber llegado tarde porque ya se habían llevado todas las copias.

En fin, que no sé. A lo mejor es que me estoy volviendo increíblemente crítico, pero lo cierto es que me da pena no poder ir al cine con la seguridad de que voy a disfrutar de lo que voy a ver, y que esto va a valer el precio que he pagado por la entrada.

Y luego dicen que cada vez va menos gente al cine y que la culpa es de las descargas de Internet... Ya.

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