9 de agosto de 2015

Los dinosaurios detruyen a Dios

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Uno de los recuerdos que guardo con más cariño de mi infancia, es de cuando mi abuelo Máximo y yo nos "peleábamos" por culpa de los dinosaurios. Por aquellos años yo tenía entre 10 y 14 años, y estaba en pleno fervor paleontológico (de hecho, recuerdo que por aquellos años, de mayor quería ser paleontólogo). Y para mi abuelo, un señor nacido a principios del S.XX, en una zona profundamente rural, y con pocos conocimientos más allá de leer, escribir y las cuatro reglas básicas, era una invención sin ningún sentido. Un fraude. Un engaño. Porque, tal y como él decía, cuando Sansón y los leones, eso no existía, haciendo clara alusión a unos tiempos tan antiquísimos y pretéritos como sólo el Antiguo Testamento puede llegar a alcanzar. Y antes del Antiguo Testamento, obviamente, no había nada. Literalmente.

Reconstrucción de un Iguanodon según G. Mantell - circa 1820
Y el otro día, recordando precisamente a mi abuelo y sus palabras, me pregunté cuál debió ser, de hecho, la reacción de las gentes del S.XVIII cuando empezaron a descubrirse los primeros esqueletos de dinosaurios en Inglaterra y Alemania. Para empezar, yo estoy convencido de que esqueletos de dinosaurios se llevan desenterrando, de manera accidental obviamente, desde los albores de la Humanidad. Esas leyendas de "gigantes", de "dragones" y de "monstruos" tan comunes en todas las culturas antiguas por igual, tienen que venir de algún sitio. La única diferencia es que a partir del S.XVIII se da La Ilustración, momento en el que la ciencia deja de llamarse Alquimia y pasa a ser "algo más", y los intelectuales que empezaron a toparse con dichos esqueletos comprendieron que estaban ante algo totalmente diferente a lo que se venía creyendo hasta entonces. Aquello no podía ser un dragón, ni una mantícora, ni ninguna otra superchería por el estilo. Aquello tenía que ser algo diferente. Algo "real".

Sin embargo, y a pesar de tal Ilustración, la sociedad de la época seguía siendo netamente creyente. Todo venía de Dios, y a Dios debía volver todo, por lo que las primeras teorías científicas, en cualquier ámbito del saber, estaban orientadas, ante todo, a justificar el papel de Dios en dichos fenómenos. En descubrir por qué Dios los había puesto ahí, y en demostrar que si estaban ahí, era por una buena razón, ya que como es bien sabido, Dios es, ante todo, omnisapiente y todopoderoso. Amén de benévolo y magnánimo.


Y es aquí donde, parafraseando una escena de Parque Jurásico pero modificándola ligeramente, los dinosaurios destruyen a Dios. O, al menos, comienzan a destruirlo. Porque una de las primeras cosas de las que se dieron cuenta los primeros paleontólogos, es que aquellos animales, aquellos lagartos terribles... estaban extinguidos. Ya no existían. Y, ¿Cómo era posible que Dios, en su inmensa sabiduría y bondad, hubiera podido permitir que parte de Su creación, simplemente, dejara de existir? Eso era algo, simple y llanamente, inconcebible. Algo tuvo que haber pasado para que aquellos animales ya no existieran. Y tuvo que ser algo muy gordo. Tan gordo como... un Diluvio Universal, por ejemplo. ¿Os suena el término "antediluviano"? En esta época, y hasta casi bien entrado el S.XX, esta palabra era un sinónimo para referirse a los dinosaurios. Porque la primera justificación que encontraron los naturalistas de la época es que, si no llegaron hasta nuestros días, es porque el Diluvio Universal, cataclismo por excelencia del Antiguo Testamento, se los había llevado por delante. Recordemos que la ciencia existía para justificar y glorificar a Dios, que nos habló y transmitió Su historia en los escritos recogidos en La Biblia.

De hecho, fue en este momento en el que salieron muchas de las teorías biológicas que definieron a los dinosaurios, como he dicho, hasta bien entrado el Siglo XX. Porque como también he comentado antes, en el Siglo XVIII la ciencia existía para justificar a Dios y demostrar Su gloria. Por lo tanto, los naturalistas llegaron a una conclusión que caía por su propio peso: los dinosaurios debían ser torpes. Muy torpes. Torpes hasta rozar prácticamente imbecilidad. Y tan gordos, lentos y pesados que, por desgracia, absolutamente ninguno de ellos pudo llegar a tiempo al Arca de Noé y ser salvado de la destrucción. Y como digo, esta es una verdad que se volvió tan dogmática que perduró hasta el Siglo XX, momento en el que, gracias a las nuevas técnicas de estudio y de excavación, así como el descubrimiento de más y más especies de dinosaurios, se empezaron a cuestionar algunas de aquellas "verdades", como la de la sangre fría, que también proviene de esta época. Porque si eran lagartos, por fuerza debían tener la sangre fría, no podía ser de otra forma.

Lo gracioso de todo esto, como habréis podido comprobar, es que con cada nueva explicación que se daba para justificar y explicar la desaparición de los dinosaurios, se planteaban aun más dudas al respecto, y se ponía aun más en evidencia el poder supremo y absoluto de Dios. Porque si había creado a unos animales tan lentos y torpes que ni tan siquiera habían podido salvarse a sí mismos, implicaría invariablemente que Dios se habría equivocado, lo cual ataca directamente uno de los Dogmas de la Iglesia, impactando de lleno en la línea de flotación de Su omnisapiencia: Dios no se equivoca debido a Su perfección. Y que, por mucho que los dinosaurios fuesen así de torpes, si es todopoderoso como afirma la Iglesia, podría haber evitado igualmente su extinción haciendo uso de Su poder con tal de evitar que parte de Su creación desapareciera de la faz de la Tierra para siempre. Otro Dogma que se ve cuestionado de lleno. Y si no lo hizo y dejó, por el motivo que fuera, que se extinguieran, implicaría que tan misericordioso y benévolo no es. Otro más.

Y para alimentar más un fuego que ya empezaba a arder con fuerza, años más tarde llegaría Darwin, con su libro El Origen de las Especies y, aun sin quererlo (de hecho, ferviente católico hasta la médula como era, se retractó de sus teorías viendo la que había organizado), colocó una de las primeras piedras para que la ciencia comenzara a mirar a Dios con otros ojos. Dios ya no estaba ahí para ser justificado y ensalzado, sino que era Él el que tenía que justificar su propia existencia si quería seguir siendo ensalzado. Lo dicho, los dinosaurios empezaron a destruir a Dios. 

En este aspecto, no deja de ser gracioso ver como una de las ciencias "menores" como es la paleontología, que no tiene aplicaciones tan directas como la física o la química más allá de comprender mejor el mundo en el que vivimos (por eso mismo la entrecomillo, ya que, para mí, ninguna ciencia es menor ni tiene aplicaciones descartables), se convirtió en la cuña con la que la Ciencia empezó a resquebrajar La Piedra de Dios y a disipar las sombras de superstición que esta había proyectado durante tantísimos años. Amén.

10 de junio de 2015

Tolkien (XI): De los orcos

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Si por algo se caracterizan las novelas de Tolkien basadas en la Tierra Media (porque sí, tiene otras que no lo están), es la constante lucha entre el Bien y el Mal. El Bien, representado aquí por los llamados "Pueblos Libres" (Hombres, Elfos, Enanos y Hobbits); y el Mal en la forma, principalmente (pero no exclusivamente) por los Orcos. Y es que también aquí marcó Tolkien un antes y un después en la literatura fantástica, ya que parece que, si no hay un "monstruo" contra el que luchar, no hay enemigo, y si no hay enemigo, no hay historia que valga, al fin y al cabo.

Soldado Orco - John Howe
Sobre el origen de los Orcos no se sabe mucho. Ni siquiera el propio Tolkien dejó muy claro cuál era exactamente su origen. Etimológicamente hablando, incluso se llegó a especular que la palabra "orc" (orco, en inglés) hacía referencia a las siglas del Oxford Rugby Club, por el que, según se dice, Tolkien sentía más bien poca simpatía. Pero también podría tratarse, precisamente, que lo sacó del significado latino de la palabra Orco, que hacía referencia, de hecho, al Inframundo, lo que tampoco deja de tener sentido. En cualquier caso, lo que está claro es que los Orcos son la raza enemiga por antonomasia, tanto en la Tierra Media como en otras novelas de autores diferentes que aparecieron más adelante.

Pero, volviendo a los seres creados por El Profesor, ¿De dónde salieron estos seres? Como he dicho antes, Tolkien nunca dijo expresamente cómo fueron creados, pero sí que al menos dejó una serie de cabos sueltos que, si bien no pueden enseñaros cómo es la cuerda, sí que nos pueden servir para hacernos una idea.

Una de las teorías más extendidas (que, de hecho, es la que se usa en las películas de Peter Jackson) dice que los Orcos fueron originalmente Elfos. Elfos capturados por Melkor cuando esta raza aun no conocía a los Valar, a los que torturó y corrompió hasta convertirlos en la raza grotesca que todos conocemos. Esto implica, curiosamente, otra de las grandes incógnitas de los Orcos: ¿Cuál era su esperanza de vida? Si eran una variación de los Elfos, es más que probable que los Orcos fueran inmortales, ya que esa era una característica racial que quedaba fuera del alcance de Melkor. Otra cosa, por supuesto, es que debido a su naturaleza agresiva (incluso, o sobre todo, entre ellos) llegaran a vivir más de 30 o 40 años.

Sin embargo, aunque el tema de la longevidad nos servirá para más adelante, hay que decir que la propia teoría de la "corrupción" es cuestionable, ya que si algo dijo Tokien al respecto, es que ningún Vala o Maia tenía el poder suficiente como para llegar a cambiar de esa forma a todo un pueblo entero. Como mucho podría influir en él, pero nunca cambiarlo, y menos hasta esos extremos. Así pues, otra teoría, no menos verosimil e igualmente válida (aunque también cuestionable), sería que Melkor pudo haber creado a los Orcos de la esencia de la tierra, al igual que hizo Aulë con los Enanos. Esta teoría sigue encajando con la de la longevidad de los Orcos, ya que la mortalidad por la edad no se conoció hasta que no aparecieron los Hombres... y eso fue muchos años después de la aparición de los Elfos y los propios Orcos. 

Cuivienen e Hildorien
La tercera hipótesis en discordia (en realidad hay más, pero estas son las que más fuerza pueden llegar a tener) es que los Orcos, en realidad, fueron creados a partir de los Hombres. Hay que tener en cuenta que, al fin y al cabo, el Silmarillion no deja de ser un compendio de historias "contadas por los Elfos", según sus propias leyendas y creencias. Ellos creen que fueron los primeros en aparecer (despertar) en Arda porque, cuando lo hicieron, no había nadie más, pero... ¿Y si resulta que, en realidad, los Hombres también estaban dormidos, pero destinados a despertar más adelante? Además, el lugar del despertar de los Elfos estaba mucho más al oeste que el de los Hombres, con lo que es fácil que ningún Elfo se encontrara con Hombres hasta que éstos no llegaron a Beleriand miles de años más tarde. Además, precisamente cuando los Hombres llegan a Beleriand y los Elfos les preguntan que de dónde vienen, éstos no saben muy bien qué responder, sólo que vienen del Este y "huyendo de la Oscuridad" con gran temor en sus ojos, según se cuenta en El Silmarillion. De ser así, si los Orcos fueron creados a partir de los Hombres, esto haría, para empezar, que no fueran inmortales, o que la esperanza de vida de los Hombres fuera menor que la que realmente les correspondía.

En cualquier caso, y como he dicho al principio, fue esta un raza que estuvo ahí también desde el principio. De hecho, fue una "feliz" coincidencia que justo en el momento en el que Morgoth atacaba Doritah y Ossiriand llegaran los Noldor desde Amán, si no la historia de la Tierra Media hubiera sido muy distinta.

Sin embargo, como raza, los Orcos siempre estuvieron terriblemente subordinados a un poder superior que los controlase y guiase. Durante toda la Primera Edad del Sol, ese poder fue el propio Morgoth. Tras la Guerra de la Ira, en la que prácticamente todos los Orcos fueron destruidos (pero no todos, obviamente, creando esto un curioso efecto de Cuello de Botella, ahora que lo pienso) y en la que Morgoth fue arrojado al Vacío, los Orcos se limitaron a esconderse principalmente en las Montañas Nubladas, y no fue hasta años más tarde, cuando Sauron tomó el relevo de su Señor, que no empezaron a reproducirse y a volver de nuevo tan agresivos como al principio (apriximadamente en el año 1000 de la Segunda Edad del Sol, momento en el que Sauron crea Mordor). También por este motivo, cuando Sauron perdió el Anillo Único pasaron otra temporada de ocultamiento, hasta que el Rey Brujo de Angmar se hizo con el poder para desviar la atanción de Sauron, que se había refugiado en Dol-Guldur en la forma de El Nigromante. Así, hasta que ya al final de la Tercera Edad del Sol, Sauron se cree con la fuerza suficiente como para atacar con éxito a los Pueblos Libres (y aun así y todo, recordemos que echa mano de alianzas con Haradrim y Orientales para reforzar su ejército).

Y ahora, para finalizar, la pregunta del millón: Y después de la Guerra del Anillo y el comienzo de la Cuarta Edad del Sol... ¿Qué? Si bien es cierto que en la propia batalla del Morannon fue destruida la mayor parte de los Orcos existentes en ese momento, y que en las semanas posteriores las escaramuzas contra grupos aislados de Orcos fueron constantes... estoy seguro que, como raza cobarde que es cuando no tienen un liderazgo claro y superior, muchos huyeron y se escondieron donde pudieron. Quizá a la espera del resurgir de otro Señor Oscuro, quién sabe...

30 de marzo de 2015

Tolkien (X): Un poco de paleogeografía (tolkeniana)

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Seguimos con nuestra ronda de publicaciones referidas a la Tierra Media, el fantástico mundo (en muchísimos aspectos) ideado por la gran mente de J. R. R. Tolkien, El Profesor. Y como el pasado 25 de marzo, Día de Lectura de Tolkien (Tolkien's Reading Day) no pude escribir nada al respecto, pues aquí está mi pequeño homenaje.

En este caso, y como digo, vamos a tocar un poco de paleogeografía dentro de la Tierra Media a lo largo de las edades de la misma. Cualquiera que se haya leído El Silmarillion (y, si no es así, para eso estamos nosotros aquí), sabrá que los sucesos ocurridos durante la Guerra del Anillo se desarrollan al final de la Tercera Edad del Sol; y que, de la Primera a la Segunda, y de esta a la Tercera, se llega a través de una serie de cataclismos globales que cambian completamente la faz de la tierra, siendo el paso de la Primera a la Segunda el más significativo de todos, al producirse la destrucción de todo Beleriand. Y es aquí donde entra en juego esa paleogeografía de la que hablo.

Comparativa entre Edades
Como os podréis imaginar, tras cada cataclismo no sólo se pierden los territorios afectados por los mismos, sino también las culturas que en ellos se establecieron y, por supuesto, sus ciudades y asentamientos. Y, en este caso, hay al menos un lugar importante (y otros de menor importancia, pero curiosos igualmente) que, a pesar de todos los cambios que ha sufrido el mundo, siguen estando presentes.

El más importante de todos ellos es, sin duda alguna, las Ered Luin, o Montañas Azules. En la Primera Edad del Sol, las Ered Luin eran una cadena montañosa que, como se puede ver en el mapa comparativo anterior, era más larga incluso que las Montañas Nubladas (donde estaba el Reino Enano de Khazad-Dûm, o Moria). En las Ered Luin se construyeron antes del comienzo de las Edades del Sol los reinos enanos de Nogrod y Belegost, ciudades en las que los enanos crearon los arsenales que, durante las Guerras de Beleriand, sirvieron para que estos pudieran resistir incluso el ataque de los dragones de fuego. De hecho, fue en Nogrod donde Telchar, uno de los herreros enanos más hábiles de la historia, forjó armas como la espada Narsil (con la que Isildur le cortó a Sauron el dedo del Anillo Único, y que después pasaría a llamarse Andúril), el cuchillo Angrist (con el que Beren arrancó un Silmaril de la corona de Morgoth) o el Yelmo de Hador, también conocido como el Yelmo del Dragón de Dor-Lomin, y que portaría Túrin Turambar en sus luchas contra los orcos.

Pero los reinos enanos no pudieron resistir fue, precisamente, el hundimiento de Beleriand bajo las aguas del Belegaer, y ambos reinos desaparecieron. En su lugar, las Ered Luin se acortaron hasta reducirse prácticamente a la mitad, viéndose separadas en norte y sur por el recién creado Golfo de Lhûn, donde se crearon los Puertos Grises (Mithlond) de mano de Círdan, y donde Gil-galad fundó el reino élfico de Lindon en la vertiente occidental de las mismas. Posteriormente, estas montañas volvieron a ser hogar de enanos, cuando Thorin Escudo de Roble llevó allí a los supervivientes de Erebor para crear una próspera colonia. Colonia de la cual era originario Gimli, por cierto.

El otro lugar es un archipiélago formado por tres islas situadas una seguida de la otra en dirección oeste, quizá no tan conocidas como las Ered Luin, pero sí igualmente interesantes por la implicación que tienen en la Historia. Las islas son:


Las tres islas
  • La isla de Tol Himling, a unas 25 millas de la costa de Forlindon (la parte norte del reino de Lindon) y que corresponde con Himring, que en la Primera Edad fue una alta meseta en la que Maedhros construyó la fortaleza que constituyó el centro de sus dominios (la Marca de Maedhros).  La isla en sí era pequeña, ya que estaba formada por los alrededores de la fortaleza.
  • La isla de Tol Fuin, aproximadamente a otras 25 millas al oeste de Himling y la mayor de las tres con diferencia. Esta isla corresponde con las partes altas de la zona en la que durante la Primera Edad se encontraba el bosque de Taur-nu-Fuin, en Dorthonion, y que conformaban los dominios de los señores Elfos Aegnor y Angrod.
  • La isla de Tol Morwen, la más pequeña y alejada de las tres, y a la vez, la que más significado tiene. Se dice que en esta isla se encuentra, precisamente, la tumba y recordatorio que los Hombres de la Primera Edad levantaron en honor de Túrin Turambar, su hermana Nienor, y su madre Morwen Eledhwen (de ahí su nombre), y que quedó sin sumergirse precisamente para que no se olvidara nunca la gesta de los Hijos de Húrin.
En este caso, no se saebe muy bien qué es lo que puede haber en esas islas, o quiénes pueden vivir en ellas, ya que como toda la acción, hasta el final de la Tercera Edad, se desarrolló en la parte continental de la Tierra Media, Tolkien no dio más información al respecto.

A partir de aquí, le corresponde a arqueólogos tolkenianos la misión de explorar esas remotas islas, en busca de unos misterios, conocimientos y pueblos que, tal vez, pudieron quedar ahí olvidados a la espera de que alguien fuera a rescatarlos.



Pd.- Si alguien se pregunta por qué el 25 de marzo es el Tolkien's Reading Day, el motivo no es otro que, en los cómputos de la Tierra Media, el 25 de marzo del 3019 de la Tercera Edad del Sol, el Anillo Único es destruído y, por lo tanto, Sauron derrotado definitivamente.

24 de febrero de 2015

Tolkien (IX) - De los Medio Elfos (bis)

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Ya sé que hablé de este mismo tema en la última entrada, pero lo cierto es que me quedé con la sensación de que sólo había tocado la superficie del asunto y quería profundizar un poco más en él, sobre todo por la parte "fantástica" que mencioné la última vez. Porque una cosa es que sólo hubiera habido tres uniones entre Eldar y Edain... y otra cosa es el por qué (más allá de "porque Tolkien así lo quiso", claro).

Si lo pensamos fríamente, es, cuanto menos curioso, semejante alejamiento marital entre dos (llamémoslas) razas tan afines, ya que la propia historia de cada una de las uniones (y de la historia en general, ya que ambos pueblos somos "Hijos de Ilúvatar") ya nos demuestra que ambos pueblos son genéticamente compatibles (Beren y Luthien tuvieron a Dior, Tuor e Idril tuvieron a Eärendil, y Aragorn y Arwen tuvieron a Eldarion). Estamos hablando de que dos "especies" distintas pueden tener descendencia perfectamente válida (no como en el caso de las mulas, valga la comparación, que son mezclas estériles de yegua y burro), y que a pesar de su proximidad, sólo dieron lugar a las tres uniones antes mencionadas.

Una de las incognitas al respecto a la que siempre estuve dándole vueltas en la cabeza, antes de reparar en esa "cláusula" en la que Tolkien indica expresamente que sólo hubo esas tres, es que los protagonistas de dichas uniones son todos de la nobleza (tanto por estrato social como por clan élfico), y por lo tanto, sus vidas son de todo menos vulgares. Dicho de otra forma, ellos fueron famosos en su época, por lo que dichas uniones fueron todo un acontecimiento social digno de pasar a los anales de la Historia. Pero (y aquí es donde empezaban mis divagaciones), si tuviéramos en cuenta lo expuesto en el párrafo anterior, ¿No sería factible que un Hombre/Elfo y una Mujer/Elfa "comunes" hubieran podido tener descendencia y, dado su nivel social, haber pasado completamente desapercibido? Así a bote pronto, sería de una lógica aplastante. Y eso sin mencionar cualquier otro método que se alejara tangencialmente de una unión de mutuo acuerdo, por supuesto.

Sin embargo, hay un par de cuestiones que complican un poco esta ecuación y que hacen, en cierto modo, que todo vuelva al "Canon de las Tres Uniones" del principio.

Una cuestión es la racial, púramente dicha. Los Elfos de la Tierra Media se dividían, principalmente (pero no exclusivamente), en dos clases: Noldor y Sindar, siendo los primeros los que tenían una relación más abierta con los Edain. Sin embargo, a pesar de esta familiaridad, los Noldor tenían una cultura bastante racista, en el sentido de que se sabían diferentes (y superiores) a los Edain, a quienes, aunque respetasen profundamente por ser Hijos de Ilúvatar al igual que ellos, no dejaban de tratar con cierta "condescendencia" ("los llegados después", "los seguidores", "los enfermizos", "los de mano torpe" son sólo una muestra de los calificativos con los que se referían a los Edain). Esto hace bastante evidente que, a priori, a ningún Noldo (Elfo o Elfa) que se preciara le atraería tanto un Edain como para unirse a él o ella y tener descendencia. Y, por su parte, los Sindar tendían a ser tan reservados que, directamente, apenas tenían contacto cotidiano con los Edain. Al menos, no lo suficientemente cotidiano como para dar lugar a una unión así. Y de los Elfos Silvanos ya ni hablamos.

Por último, entraría en juego la teoría menos romántica, la de la violación. Pero aun esto sería altamente improbable que sucediera, ya que para empezar, ambas razas son tan afines entre sí (recordemos el toque de Ilúvatar en todo esto), que tienden a la comprensión y el afecto antes que al odio, elemento imprescindible para una acción semejante. Y aun en casos extremos, como el de Hombres afectados por la Sombra (que fueran corrompidos por Morgoth, o incluso por Sauron, en épocas posteriores), la mentalidad de esa gente era tan terriblemente supersticiosa hacia los Eldar, que la necesidad de matarlos imperaba ante cualquier otro tipo de impulso.

Todo esto, como decía antes, hace que volvamos al principio. La propia Historia se justifica a sí misma y hace que, si bien no sería imposible que se produjeran uniones "menores" entre Eldar y Edain, sí que fueran áltamente improbables, llegando a un punto en el que las tres uniones que se dieron podrían incluso considerarse como predestinadas. Así de grande es la mágia de Ilúvatar... y de Tolkien.

9 de febrero de 2015

Tolkien (VIII) - De los Medio Elfos

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Una de las discusiones más repetidas en el mundo de aquellos a los que la obra de Tolkien nos gusta más allá de lo meramente literario es, precisamente, la de los "semielfos", los nacidos de las uniones entre Eldar (elfos) y Edain (humanos), y las consecuencias que esto puede acarrear. Y aunque en principio la existencia de dichos seres está fuertemente restringida por los propios escritos de Tolkien (“[...]No es conveniente que los Hijos Mayores de Ilúvatar amemos a los Menores; ni lo aceptarán los hados, salvo una o dos veces solamente, por alguna gran causa que nosotros no entendemos.” - El Silmarillion: De Turin Turambar), en los últimos tiempos ha habido una especie de "filtración" por parte de otros mundos fantásticos, donde los semielfos están mucho más presentes, fomentado, seguramente, por sus adaptaciones a juegos de rol.

Pero como digo, esto en el legendarium de Tolkien es completamente diferente, a pesar de que su respectivo juego de rol los comtemple como raza jugable. De hecho, a lo largo de la Historia de Arda nos encontramos con tan sólo tres uniones entre ambas razas: Beren y Luthien, Tuor e Idril, y Aragorn y Arwen, e incluso el propio Tolkien indica expresamente que únicamente existieron estas tres uniones. Dicho lo cual, y para ilustrar esta entrada, nos centraremos en las dos primeras parejas, por ser las que más relevancia tuvieron a lo largo de la historia.
Beren y Luthien

Por su parte, Beren era un Edain de la Casa de Bëor, mientras que Luthien era la hija de Thingol, rey Elfo de Doriath, y de Melian, una Maia (un ser similar a Sauron). Durante sus aventuras, ambos mueren pero son devueltos a la Tierra Media con la condición de que ella perdiera el don de la Inmortalidad, tras lo cual tuvieron un hijo, llamado Dior, y que fue considerado el primer Medio Elfo, aunque en este caso, e imagino que debido a la fuerte herencia élfica que tenía por parte de su madre, se lo cuenta prácticamente entre los Eldar. Y lo que es más, Dior se casó a su vez con Nimloth, una Elfa pura, de cuya unión nacieron Eluréd, Elurín y Elwing (más adelante seguiremos hablando de ella), a los que también se consideraba netamente de entre los Eldar.

Por otra parte, Tuor era un Edain de la Casa de Hador, que se casó con Idril, princesa Eldar del Reino Escondido de Gondolin e hija del Alto Rey de los Noldor Turgon, hijo de Fingolfin. De esta unión nació Eärendil, a quien, en este caso, siempre se lo consideró como parte de los Edain (o, al menos, a mí siempre me dio esa sensación). Eärendil, a su vez, se casó con Elwing... sí, la misma Elwing que mencionábamos en el párrafo anterior, por lo que volvemos a tener una unión entre Eldar y Edain, de la cual nacieron, y ahora sí que llega lo interesante, los gemelos Elrond y Elros.

Elrond Medio-Elfo
Hasta este punto, es verdad que por mucho que predominara una parte sobre la otra, todos los descendientes de Beren y Luthien por un lado, y de Tuor e Idril por el otro, eran en mayor o menor medida Medio Elfos. Estas dos parejas fueron las únicas "puras", racialmente hablando. Y quizá precisamente por eso mismo, al finalizar la Primera Edad del Sol, a Elrond y Elros les dan la posibilidad de elegir estirpe, aunque más que una ofrenda, es una imposición. Deben elegir estirpe. Y es aquí cuando Elros, por su parte, decide ser humano y convertirse en el primer rey de Númenor (Elros Tar-Minyatur); y Elrond, por la suya, decide ser Eldar. Y así lo sigue siendo por mucho que se lo conozca como Elrond Medio-Elfo.

A partir de aquí, digamos que las dos razas vuelven a estar compensadas, ya que todos los descendientes de Elros son púramente humanos (los ahora llamados Dúnedain), entre otras cosas porque se casó con una Edain y por la propia naturaleza de su elección ([...] todos aquellos que tienen sangre de Hombres mortales, en alguna parte, grande o pequeña, son mortales a menos que se les conceda otro hado); del mismo modo que los hijos de Elrond (Elladan, Elrohir y, sobre todo, Arwen) fueron principalmente Eldar precisamente porque él se casó con Celebrian, hija de Galadriel y Celeborn (dos de los Eldar más antiguos y nobles que habitaban la Tierra Media en la Segunda Edad del Sol).

Y ahora me diréis "¿Cómo pueden estar compensadas las razas en este punto? ¿Y qué pasa con Aragorn y Arwen, y con su hijo?". Incluso aquí hay una explicación más que aplastante. Eldarion (el hijo de ambos) es púramente humano por el sencillo motivo de que Arwen decide ser mortal (humana) antes de casarse con Aragorn, por lo que su hijo es el fruto de una unión entre dos humanos. Sin embargo, el único fleco que queda en esta historia son precisamente Elladan y Elrohir, ya que posponen tanto su decisión que se les acaba perdiendo la pista.

Así que, como podéis ver, y recapitulando, si queréis ser puristas a la hora de hacer una partida de rol ambientada en la Tierra Media, tenéis que tener en cuenta que los únicos Medio Elfos que hubo en la Tierra Media fueron Dior, Eluréd, Elurín, Elwing, Eärendil, Elros, Elrond, Elladan, Elrohir y Arwen. Ni uno más, ni uno menos. Y de uniones entre elfos y enanos ya ni hablamos.

5 de febrero de 2015

Gremios neoliberales

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Rompemos el silencio que manteníamos desde el año pasado para entrar de lleno en este 2015 con una idea que me ha surgido durante los últimos días, respecto a los carburantes y, en particular, a su precio actual.

Desde finales del año pasado, hemos podido ver cómo el precio de los carburantes iba bajando progresivamente desde los aproximadamente 1,459€/litro (en el diesel, simplemente para que sirva como ejemplo y en las gasolineras que yo he podido comprobar) hasta 1,039€/litro, siempre con una especie de sentimiento escondido de que aun tendría que bajar más, máxime cuando el barril de Brent, máximo exponente del precio del petróleo, había pasado a comprarse a mitad de precio desde hace más de un año.

No hace falta ser un experto en matemáticas para deducir automáticamente que, según dicha caída, deberíamos haber estado pagando alrededor de 0,70€/litro, y sin embargo, como digo, no ha llegado a pasar de esa barrera psicológica que representa la cifra de 1,000€/litro. Habrá quien me diga que eso tampoco es así, que ha habido gasolineras en las que el diesel había pasado esa barrera y se ha estado pagando a 0,9€/litro largos, pero esas gasolineras, en realidad, han sido toda una excepción, en lugar de haberse convertido en una regla. Y lo que es peor, en las últimas semanas se ha visto un repunte del precio de los combustibles, pasando de nuevo al nivel del 1,10€/litro, y esto es lo que más curiosidad y recelo me produce.

Y es que hemos estado un buen periodo de tiempo pagando esos carburantes a unos precios bastante elevados, manteniéndose dichos precios más o menos estables durante meses y meses seguidos... y ahora que han bajado hasta los extremos antes mencionados, no solo no se ha llegado a romper esa barrera, sino que los precios no han aguantado en esos niveles ni tan siquiera un mes seguido.

Todo esto me lleva a pensar en lo mucho que ciertas compañías juegan en los mercado con las reglas que a ellos mismos les da la gana. Unas reglas en las que siempre son ellos los que ganan. Si tenemos en cuenta que la máxima del Capitalismo en el mundo Occidental es la Ley de la Oferta y la Demanda y el Libre Mercado, sería de esperar, primero, que como hemos dicho al principio, el precio de los combustibles hubieran bajado en proporción al precio del petróleo (por mucho que pongan la excusa de los impuestos); y segundo, que llegando a rozar esa barrera de 1€/litro, alguna compañía petrolera hubiese "cruzado el Rubicón" fomentando la competencia de precios. O, al menos, que aguantara el tirón de poner precios más bajos que las demás compañías. Pero, en lugar de eso, nos encontramos con todo lo contrario. Que la bajada de los precios se ha frenado, han aguantado los niveles, y al poco los han vuelto a subir. Poco, de momento, eso sí, pero de momento han vuelto a subir.

Si lo pensamos así, es como si no hubiéramos avanzado nada desde el tiempo de la abolición de los gremios. Pero de los gremios propiamente dichos, no con el significado "amable" que tiene hoy en día, como quien habla de "el gremio de los electricistas", "el gremio de los médicos" o, en definitiva, de personas que comparten la misma profesión, sino de aquellos gremios que se componían de grupos de artesanos y manufactureros que acordaban unos precios y nos los movían de ahí pasara lo que pasara. Si había que cobrar dos monedas de oro por una barra de pan, se cobraban. Que el campesino medio no tuviera ni una sola moneda era lo de menos. El precio era el pactado y punto. Ni competencia ni nada. Y si os dais cuenta, el comportamiento de muchas compañías actuales se parece más al de aquellos gremios medievales que al de empresas modernas del siglo XXI.

Todo esto, por último, me lleva a pensar en los disparates que llegan a cometer estas empresas amparándose en el mero lenguaje y la retórica. Porque lo primero que enarbola esta gente es precisamente la bandera de la "Libertad". De la libertad económica en este caso, que, dicen, favorece en última instancia al ciudadano... cuando, en realidad, es una libertad para hacer lo les de la gana sin que haya nadie por detrás imponiéndoles un mínimo de control sobre sus actividades.

17 de noviembre de 2014

Bienvenido sea

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En esta ocasión, me alejaré un poco del tema Tolkien (aunque no mucho, ya que lo voy a usar como ilustrador de la entrada) y vamos a tocar un tema que, a todo aquel que le gusta leer, acaba sufriendo antes o después: Que hagan una versión cinematográfica de tu libro favorito. Y si bien es algo que, a priori, puede parecer positivo, no todo el mundo acepta igual de bien esas adaptaciones.

Hablando de la obra de Tolkien, debido precisamente a la inminencia del estreno de la última película ambientada en El Hobbit en particular, y en la Tierra Media en general, que veremos en mucho tiempo, uno de los comentarios más extendidos entre los fans más acérrimos de los libros es algo tal que así:

Vaya mierda lo que han hecho, han destripado el libro completamente. Para hacer esto, mejor que no hubieran hecho nada. Iré a ver la película, pero sé que no voy a salir contento...

Algo, por cierto, que se parece muchísimo a lo que ya pasó cuando, hace nueve años, estrenaron la versión cinematográfica de Orgullo y Prejuicio, protagonizada por Keira Knightley y Matthew Macfadyen. Y es que tanto en un caso como en el otro, el destrozo que se hizo a los libros fue patente y escandaloso. 

Tom Bombadil, el gran desaparecido de El Señor de los Anillos
Comprendo que una novela, a fin de cuentas, no es un guión de cine, y que para hacer una película de dicha novela, primero hay que adaptarla, "guionizarla", de alguna manera. En este aspecto, y por normal general, un guionista se las tiene que arreglar como sea para encajar todo lo narrado en dicho libro en, aproximadamente, dos horas de película. Así pues, es normal que puedan llegar a caerse escenas y/o personajes que, en el libro pueden parecer imprescindibles, pero que a la hora de la verdad, aportarían más bien poco a la acción y a la continuidad de la película (véase lo que ocurrió cuando Peter Jackson decidió dejar a Tom Bombadil fuera de la trilogía de El Señor de los Anillos, lo que también levantó no pocas ampollas en su día entre los fans). 


Pero claro, una cosa es quitar escenas o personajes, y otra muy distinta, reinventar los que ya hay, o incluso inventarse otros nuevos, que esto fue lo que ocurrió precisamente con Orgullo y Prejuicio, por un lado, y con El Hobbit y el personaje de Tauriel, por el otro. En el primer caso, la versión de 2005 (versión, que no adaptación) del libro de Jane Austen, es un completo desastre. Tanto si se lee el libro, como si se ve la adaptación de 1995, se puede ver que la familia Bennet es una familia acomodada de clase alta de la zona rural inglesa. Tienen unas tierras en propiedad, y tienen una casa que ya querrían para ellos muchos de los que viven hoy en día. No demasiado grande ni espectacular, pero sí bastante decente y correcta. Y, como no puede ser de otra manera, guardan escrupulosamente los modales y las costumbres británicas. Todo lo contrario que en la versión de 2005, donde lo menos que se ve es a una Elizabeth Bennet paseando felizmente entre los cerdos de la cocina de su casa, lugar donde come toda la familia rodeados de suciedad por todas partes. Y aun así y todo, no deja de sorprenderme cada vez que leo o escucho lo mucho que a la gente le gusta dicha película, y que si descubrieron a Jane Austen, fue precisamente gracias a ella. Y es en este punto, precisamente, en el que me gustaría incidir.

Orgullo y Prejuicio 2005
Muchas veces, los fans nos hacemos "propietarios" de la obra de nuestro autor favorito. En cierto modo, es más que normal, son muchas horas leyendo esas líneas, esas escenas, e imaginándolas en nuestras mentes. Y ver hasta qué punto puede llegar a cambiarlas el director de turno, puede llegar a ser hasta ofensivo y sacrílego, dependiendo de la persona. Como cuando Howard Carter entró en la tumba de Tutankamón. Sin embargo, esta posesión nos impide ver lo positivo de estas conversiones. Porque sí, considero que hasta las adaptaciones más aberrantes tienen su parte positiva, que en este caso, es el "efecto llamada" a nuevos fans.

Porque así es. ¿Quién nos dice que a esa persona que ha visto una película, que a nosotros nos parece atroz, no le pica la curiosidad y se lee el libro del que procede? ¿Y si resulta que, tras leerse el libro, se da cuenta de que el libro le gusta mucho más que la película y empieza a buscar más material de ese autor? Para mí, y como digo en el título de la entrada... bienvenido sería toda aquella persona que se uniera a una afición tan maravillosa como la lectura, aunque sea pagando un peaje tan caro.