2 de septiembre de 2014

Tolkien (VI): John Ronald Reuel Tolkien

En esta ocasión, la entrada de este blog dedicada al mundo de Tolkien va dedicada... a él mismo. Y es que hoy es el 41º aniversario de su muerte, el 2 de septiembre de 1973, y me gustaría dedicar esta entrada, precisamente, a uno de los autores que cambiaron el panorama de la literatura universal para siempre. Y nunca mejor dicho, porque desde que se editaran sus libros, la percepción sobre según qué seres mitológicos cambió para siempre. Por ejemplo, antes de El Señor de los Anillos, y según la cultura popular, los elfos eran seres diminutos, poco menos que duendes pequeños, traviesos y juguetones... mientras que ahora, en cualquier libro en el que aparezca un elfo, será descrito como un ser alto, esbelto y notablemente sabio. O, al menos, más sabio que un humano.

Pero, ¿Quién fue Tolkien? ¿Cómo pudo crear todo un mundo y llenarlo de seres completamente increíbles que trascendieron a su propia obra, con sus propias culturas y, más importante aun, sus propias lenguas? Empecemos desde el principio.

Ronald en 1916
John Ronald Reuel Tolkien nació en Bloemfontein, en el Estado Libre de Orange, hoy Sudáfrica, el 3 de enero de 1892, y a pesar de sus tres nombres, sus padres, su familia, e incluso su esposa Edith siempre lo llamaron simplemente Ronald. Cuando aun era un niño de tan sólo tres años, los Tolkien decidieron volver a Inglaterra, de donde provenían sus respectivas familias, debido a que el clima de la región no era bueno para pequeño Tolkien. Como su padre no quería irse de África debido a los negocios de extracción de diamantes y otras joyas que ahí tenía, quedaron en que, en principio, su madre se iría con él y con su hermano pequeño, Hilary, y al año siguiente su padre se uniría a ellos. Sin embargo, una fiebre reumática acabó repentinamente con su vida, dejándolos viuda y huérfanos respectivamente, amén de sin ingresos.

Así pues, la madre de Tolkien decidió irse a vivir con su familia a una aldea en las cercanías de Birmingham, donde Ronald comenzaría a explorar los bosques y las granjas de la región, que más adelante le inspirarían para crear Bolsón Cerrado. Fue esto, junto con la educación recibida por parte de su madre, lo que despertaría en el chico un gran interés por la botánica. Pero además de las plantas, pronto descubrieron que a Ronald también se le daban muy bien los idiomas. De hecho, con aproximadamente cuatro años ya sabía leer y escribir en latín perfectamente.

Otro de los acontecimientos que marcaría la vida de Ronald fue su bautismo en 1900, ya que, en contra de los deseos y de la presión de su familia materna, él, su madre y su hermano pequeño se bautizaron en la Iglesia Católica, lo que le supuso a su madre la retirada de toda la ayuda económica que su familia le prestaba desde que enviudó. Posiblemente por este motivo, también su madre moriría cuatro años más tarde debido a unas complicaciones con su diabetes, lo que, en opinión del joven Ronald, era un martirio en toda regla. Literalmente, ya que consideraba a su madre una mártir por haberse mantenido fiel a su Fe a pesar de todos los problemas que ésto le había causado. Así pues, tenemos a un joven Ronald con 12 años huérfano de padre y madre, y con un hermano de 10 años.

Sin embargo, dicho "martirio" no fue en vano. El padre Francis Xavier Morgan (andaluz de padre galés), un sacerdote de Birmingham que había apoyado a su madre, se ocupó a su vez de los dos chicos, aunque siguieran viviendo en el orfanato. El padre Francis, de hecho, fue quien enseñó español a Ronald, lo que le sirvió más adelante para inventarse su propio idioma: El Naffarin. Además, con 16 años, conoció en el orfanato, y se enamoró de ella, a la que más tarde sería su mujer: Edith Mary Bratt. Lo curioso del caso es que, como ella era tres años mayor que él, el padre Francis le prohibió tener cualquier tipo de relación con ella hasta que no cumpliera los 21 años. Ni encuentros, ni cartas, ni nada de nada, cosa que el joven Ronald respetó a rajatabla. Tan a rajatabla, que la misma tarde de su vigésimo primer cumpleaños le escribió una carta a Edith declarándole su amor y pidiéndole que se casara con él. Y aunque en un primer instante ella le confesó que pensaba que se había olvidado de ella y que ya estaba prometida a otro hombre, ella devolvió el anillo y se comprometió con Ronald, casándose finalmente en 1916.

Durante todo este tiempo, Ronald demostró ser un alumno y un viajero más que notable. Sus notas tanto en el instituto como en la universidad fueron excelentes, destacando en la carrera de Lingüistica la asignatura Lingüistica y Literatura Inglesa hasta Chaucer, donde sacó matrícula de honor. Y aun es más, si tenemos en cuenta que una de sus asignaturas optativas fue, ni más ni menos, noruego antiguo, podemos hacernos una idea de hasta qué punto le gustaban a Ronald las lenguas, y si eran antiguas, más todavía.

Pero tras acabar la carrera, y con la Primera Guerra Mundial en su apogeo, fue alistado en el ejército y enviado a Francia, donde sirvió como Oficial de Comunicaciones en la Batalla del Somme, donde fue herido. Debido a sus heridas, se le llevó de vuelta a Inglaterra, donde empezaría a gestar lo que, posteriormente, se convertiría en la Tierra Media, ya que durante su convalecencia comenzó a escribir La Caída de Gondolin. Afortunadamente, sus heridas no le permitieron volver al frente, aunque siguió en servicio mientras duró la guerra. Lo más destacable, sobre todo, de su convalecencia es que, mientras daba un paseo con su mujer, ésta se puso a bailar en medio de un bosque, lo que le inspiró para crear también La Balada de Beren y Luthien.

Tras la Guerra, Ronald comenzó a trabajar en la creación del Oxford English Dictionary, así como a impartir clases en la Universidad de Leeds y, más tarde, en la de Oxford, momento en el que escribió tanto El Hobbit como los dos primeros volúmenes de El Señor de los Anillos. En principio, como había escrito el primero para sus hijos, no tenía intención alguna de publicarlo, pero C. S. Lewis, que para entonces ya era gran amigo suyo, le convenció de lo contrario... afortunadamente. Además, durante estos años, Ronald retomó los relatos que había ido escribiendo en su afán de que Inglaterra tuviera una mitología "a la altura de la griega", que más adelante verían la luz en El Silmarillion de la mano de su hijo Christopher.

Tumba de J. R. R. y Edith Tolkien en Bournemouth
Finalmente, Tolkien comienza a publicar sus libros. Tras El Hobbit, que ya había publicado en 1937, publicó la que sería su continuación, El Señor de los Anillos, entre 1954 y 1955. Incluso su colega C. S. Lewis le propuso para el Nobel de Literatura, aunque el jurado desestimó su candidatura, según ellos, por su "pobre prosa". Sin embargo, eso no impidió que se le nombrara Doctor Honoris Causa en varias universidades del mundo, vicepresidente de la Philological Society y miembro de la Royal Society of Literature, así como el nombramiento de Comendador de la Orden del Imperio Británico de mano de la reina Isabel II.

Pero el Destino de los Hombres, como el lo describió en sus escritos, acabó por alcanzarle también a él. En 1971 moría Edith Tolkien, la mujer que lo había acompañado toda su vida, muriendo él tan solo 21 meses después, tal día como hoy, 2 de septiembre, de 1973. Fueron enterrados en la misma tumba y, como muestra del amor que se profesaban, bajo sus nombres aparecen, respectivamente, Beren y Luthien, los protagonistas de una de las historias de amor más grandes reflejada en sus narraciones.

Espero que esta humilde entrada os haya servido para, al menos en parte, conocer al genio creador de toda la Tierra Media. Un hombre, por suerte o por desgracia, irrepetible.



Pd.- Como nota anecdótica y curiosa, comentar que, al igual que los reyes númenóreanos que aparecen en El Silmarillion, Ronald también eligió el momento de su muerte. ¿Que por qué lo digo? Fijáos: Murió en 1973, ¿Verdad? Muy bien, pues ahora recordemos su poema más famoso, el Poema del Anillo:

3 anillos para los Reyes Elfos bajo el cielo
7 para los Señores Enanos en palacios de piedra
9 para los Hombres Mortales condenados a morir 
[...]
1 Anillo para gobernarlos a todos[...]

 Ahora fijáos en los números de los anillos de abajo a arriba y comparadlos con los del año de su muerte... Vale, sí, es una casualidad como un templo, pero... Impresiona, ¿Verdad?

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